A menudo se oye hablar de probióticos y prebióticos, como si se tratara de lo mismo, en realidad son dos sustancias muy diferentes. Los probióticos son enzimas que fortalecen el sistema inmunológico, mientras que los prebióticos son fibras alimentarias que, cuando se combinan con una nutrición adecuada, mejoran la acción de los fermentos lácticos.
Varios estudios muestran que el consumo de probióticos promueve el equilibrio de la flora intestinal , debido a que el aumento en el número de estas bacterias bloques de la proliferación de numerosas cepas bacterianas.
Además, han demostrado ser valiosos aliados en la prevención y tratamiento de alergias; cólicos de los recién nacidos, enfermedades inflamatorias del intestino como la colitis ulcerosa, mala digestión de la lactosa, encefalopatía hepática, infección de la piel y vías urinarias, estreñimiento, diarrea del viajero, diarrea aguda o de los antibióticos e infecciones respiratorias (especialmente en los niños y los bebés).
No sólo eso, sino que, si se combinan con prebióticos, los probióticos reducen el riesgo de enfermedades cardiovasculares y cáncer el colon.
Existen numerosos alimentos enriquecidos con probióticos; los más populares y consumidos son los copos de cereales, suplementos dietéticos, bebidas, galletas, pero sobre todo la leche y el yogur fermentados de diversos tipos. Recuerde que algunos factores como los hábitos dietéticos desequilibrados, digestión lenta, anticonceptivos orales, uso de antibióticos o consumo diario de agua con cloro y flúor, puede retrasar o contrarrestar su efecto beneficioso sobre la cuerpo.
Y en cuanto a los prebióticos? Estos se identifican con los alimentos o los alimentos funcionales, que son alimentos reales, que aportan a nuestro organismo calorías y energía.
Ente ellos se encuantran el pescado que es rico en ácidos grasos y ácidos grasos omega-3 (que ayudan a reducir los niveles de triglicéridos, es decir el nivel de grasas en la sangre), la soja que contiene proteínas hipocolesterolemicas (para reducir el colesterol), y el yogur que contiene fitoesteroles y lactotripeptidos (que ayudan a reducir significativamente tanto el colesterol como la presión arterial). Otros alimentos con prebióticos son la leche de vaca, rica en galactoligosacáridos, y alimentos ricos en oligofructosa e inulina, tales como puerros, cebollas, ajos, alcachofas, espárragos, plátanos, frijoles, trigo, avena, tomate y remolacha.
El consumo de estos alimentos es una bendición para el organismo, pero, por supuesto, como con todas las cosas no hay que exagerar, ya que el abuso puede resultar en una alteración de la flora intestinal y por lo tanto favorecer la aparición de trastornos intestinales de diversa índole, como diarrea o flatulencia!
Lo último que hay que decir acerca de los probióticos y prebióticos es que su acción se ve reforzada cuando los alimentos funcionales se consumen en combinación con alimentos ricos en vitaminas, minerales y ácidos grasos omega-3.