Ahí afuera hay una jungla de factores nutricionales que, se sabe, son malos para nuestra salud. Son tantos que la tentación de ignorar todo el asunto y dejarse estar es más que atractiva. Las dietas abundan se enciman unas con otras, se anulan, se esfuman en el aire y la balanza -que no entiende de esas cosas- no deja de decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. Ante tanto sonido y furia, un sondeo entre los nutricionistas top de USA reveló las siguientes premisas a la hora de construir una eficaz estrategia para presentar batalla. 1. No coma sin un plan u objetivo claro
Cuando uno se sube a un auto tiene una idea más que definida del lugar hacia el que se dirige. Se calculan horas de viaje, litros de nafta, paradas a un costado del camino. Lo mismo ocurre con las dietas. No alcanzan las buenas intenciones si no están organizadas alrededor de una trama coherente que nos permita pensar y actuar en perspectiva. No alcanza con cuidarse en este almuerzo o en aquella cena. Lo importante es mantener ‘una conducta’. De ahí que lo más inteligente sea desarrollar un buen plan de nutrición. Los siguientes no-no-no contribuirán a ello.
2. No a los cambios bruscos o acciones intempestivas
Para seguir con la analogía rutera de más arriba: cuando se emprende un viaje en auto no es de sabios pretender llegar en una hora. Lo mismo ocurre con los hábitos alimentarios: deben ir cambiándose con sabiduría, paulatinamente, con buen tiempo y buena cara. Solo así se obtienen resultados. Lo ideal entonces es agarrar ya mismo al almanaque por el cuello y fijarse tiempos limite. Y cumplirlos, claro.
3. No a pasar más de 5 horas sin probar bocado
Una locura. Este tipo de régimen martirologio solo acaba por transformarnos en virtuales criaturas infernales dispuestas a comerse lo primero que se nos presente. Y ya se sabe lo que ocurre después. Lo importante es generarse un patrón de apetito, no forzarlo y no romperlo. De ahí la importancia de llevar un diario de comidas, donde todo conste, donde sea imposible auto engañarse.
4. Cuidado con el exceso de grasas
La lectura de etiquetas de los productos no es conducta reprochable ni idiotez suprema. Lea y después coma. La idea entonces es establecer un presupuesto graso que no exceda los 50, máximo 70 gramos al día. Sepa que un gramo de grasa equivale al peso de un clip para papel. Cuando usted se enmanteca una tostada este haciendo uso de un gramo. Cuente hasta cincuenta -no tienen por qué ser cincuenta tostadas- y pare.
5. No evite los cereales
Demasiadas grasas, pocos carbohidratos es el principio terrible sobre el que se edifica todo exceso de peso. Dar vuelta la tortilla será de personas sabias. Abrirle la puerta a frutas frescas, vegetales, hortalizas, cereales, etc.
6. No sea miembro del club de los platos limpios
Mucha gente le pasa el pan al plato hasta el final gracias a y por culpa de esas enseñanzas perrault/hitlerianas que recibieron durante su más tierna infancia. Hay que concientizarse en comer solo lo que uno necesita y no el doble (síndrome que se hace más peligroso a la hora de comer afuera). Deje el plato sucio. Que lo limpie otro.
7. No trate de ser Twiggy. (o Kate Moss según su edad)
La busqueda de la delgadez extrema -deporte universal- no es para todos. En realidad no es para casi ninguno. Tratar de lucir bien es una cosa, tratar de lucir como una de esas modelos internacionales que cobran millones por segundo es un verdadero despropósito. Los principales estudiosos del tema de la obesidad han llegado a la conclusión de que «somos víctimas, no solo de nuestros genes, sino de una cultura distorsionada». De ahí que lo más astuto será mirarse al espejo, analizar a fondo el material y la estructura con la que vinimos y nos iremos de este mundo y, recién entonces, hacer planes coherentes.
8. No trate de perder peso sin un programa de ejercicios
La mayoría de las personas que se zambullen en una dieta tienden a focalizar todo el asunto en la comida y se olvidan del aspecto gimnástico, cinético ultra movilizante. El ejercicio es la mejor manera de evitar que esos kilos duramente descartados no vuelvan a presentarse con sonrisa triunfadora. Por eso pierda peso y gane movilidad. Camine. De un modo o de otro llegará lejos.
9. No le tenga miedo al agua
El agua es el factor nutriente olvidado. Del agua venimos y al agua volveremos y, mientras tanto, tenemos más agua que otra cosa en nuestro cuerpo. Esencial para todo proceso corporal, debemos tener agua a mano todo el tiempo ya que medida promedio perdemos entre dos o tres cuartos de litro por día. Agua que debemos recuperar
10. No le otorgue propiedades mágicas a la comida
Es un hecho indiscutible: una zanahoria cruda es mucho más saludable que un caramelo. Pero este tipo de aperitivo -o snack, o bocado al paso- es apenas un componente mínimo de una dieta integral. El problema para categorizar los diferentes alimentos como benignos o malignos está en que nos brinda una suerte de poder que en realidad no merecemos. Por lo que no es astuto darle tanto poder a la comida. En una semana son muy pocas las personas que no pueden sucumbir a un par de deliciosas tentaciones aquí o allá y continuar llevando excelentes dietas. Actuar como un extremista no es serio. Existe un color llamado gris que se consigue mezclando el blanco con el negro. Por eso lo indicado es repensar el siguiente mantra: puedo comer cualquier cosa pero hay alimentos más saludables que otros. Con ayuda de San Scarsdale trataré de comer más de los primeros que de los segundos. Amen.