Se expone la filosofía del movimiento slow food, que propende por la recuperación de tomarse un tiempo más tranquilo y largo para el disfrute del placer de la comida
En estos tiempos modernos en los que el reloj parece caminar tan rápido que no nos alcanzan las horas para todas las tareas que debemos cumplir, ha traído muchas consecuencias, algunas mejores que otras, por supuesto. Entre las actividades afectadas está el de los tiempos para comer, que se redujeron ostensiblemente, haciendo que las personas coman mal, coman cualquier cosa en la calle y sobre todo, coman muy rápidamente.
En los últimos años y para contrarrestar esa aceleración, que ha deteriorado tanto los hábitos alimenticios y uno de los mayores placeres que es la comida, ha surgido en varios lugares del mundo el movimiento denominado “slow food”, que propende por la recuperación del placer por la comida y la buena alimentación justamente.
Para muchos, la llegada de este movimiento ha sido motivo de celebración y complacencia, ya que su propuesta de disfrutar de la forma tradicional la alimentación, recuperando los sabores y el gusto por comer ha sido bien acogido. Y es que nos hemos acostumbrado a andar a “mil por hora”, perdiendo la calma y pretendiendo que todo se realice inmediatamente.
Frente a esto, el “slow food” propone tomar un tiempo, y encontrar nuevamente el placer en la buena alimentación logrando que el momento de la comida, sea una pausa, una ceremonia de disfrute entre todas las obligaciones.
Este movimiento nos invita a “comer despacio”, en contraposición al “fast food” o comida rápida, que con sus sabores intensos nos lleva a comer más de lo necesario y, por sus altas cantidades de sal y de grasa, terminan dificultando el proceso de digestión o el control del peso.
Por el contrario, comer despacio nos ayuda a equilibrar el menú y a lograr una mayor sensación de saciedad, además de favorecer una buena masticación de los alimentos que facilita la digestión.
También es importante recordar que el aporte nutritivo de la comida lenta es superior al de la comida rápida, puesto que este movimiento del “slow food”, precisamente enfatiza el disfrute de los alimentos y busca reeducar el sentido del gusto. Esto sin tomar en cuenta los beneficios para el organismo, ya que al masticar más despacio, los alimentos que llevamos a nuestro cuerpo, van más deshechos, mientras que cuando se come tan rápido, los alimentos pasan casi enteros, lo cual pone a trabajar a nuestro sistema digestivo mucho más.
Ayuda a disfrutar de los suaves y sanos sabores de los alimentos y nos ayuda a introducir al menú, alimentos de mayor calidad y de origen natural. Como contrapartida, quizá uno de los puntos más objetables, es que muchas veces los productos orgánicos o artesanales son más caros al bolsillo.